En el
atardecer, después de la lluvia,
el sol
acariciaba las piedras de la antigua ciudad
de una
especial manera,
con un profundo
y limpio y natural amor.
Y al mirarnos supimos que éramos conscientes
de aquel
minuto prodigioso,
de aquella
intensa belleza inestable.
Eloy Sánchez
Rosillo
Muy bonito el texto y unas imágenes muy bien elegidas.
ResponderEliminarUn beso
Me gusta mucho este poeta.
EliminarGracias, Juan Carlos.
Te deseo una feliz semana.
Besos
Lo leí ayer por la noche, y me vino muy bien.
ResponderEliminarCuántos momentos prodigiosos vivimos.
Este poema me encanta.
Un beso.
Cuánto más leo a Rosillo, más me gusta.
EliminarBesos, querida Rosa.