Hace un tiempo que vengo preguntándome si los políticos actuales han leído, siquiera, El Quijote.
He aquí unos sabios consejos (fragmentos) que más de uno tendría que APREHENDERLOS a conciencia.
Vaya aquí mi pequeño homenaje a D. Miguel de Cervantes, y a la celebración del Día del Libro.
En esto llegó don Quijote y,
sabiendo lo que pasaba y la celeridad con que Sancho
se había de partir a su gobierno, con licencia
del duque le tomó por la mano y se fue con
él a su estancia, con intención de aconsejarle cómo se había de haber en su
oficio.
Entrados, pues, en su aposento,
cerró tras sí la puerta y hizo casi por
fuerza que Sancho se sentase junto a él, y con
reposada voz le dijo:
—Infinitas gracias doy al cielo,
Sancho amigo, de que antes y primero que yo haya
encontrado con alguna buena dicha te haya salido a ti
a recebir y a encontrar la buena ventura. Yo, que en
mi buena suerte te tenía librada la paga de tus
servicios, me veo en los principios de aventajarme y, tú, antes de tiempo, contra la ley del razonable
discurso, te vees premiado de tus deseos. Otros
cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan,
porfían, y no alcanzan lo que pretenden, y llega
otro y, sin saber cómo ni cómo no, se halla
con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron;
y aquí entra y encaja bien el decir que hay
buena y mala fortuna en las pretensiones. Tú,
que para mí sin duda alguna eres un porro, sin
madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna,
con solo el aliento que te ha tocado de la andante
caballería, sin más ni más te vees
gobernador de una ínsula, como quien no dice
nada. Todo esto digo, ¡oh Sancho!, para que no
atribuyas a tus merecimientos la merced recebida,
sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente
las cosas, y después las darás a la
grandeza que en sí encierra la profesión de
la caballería andante. Dispuesto, pues, el
corazón a creer lo que te he dicho, está,
¡oh hijo!, atento a este tu Catón,que
quiere aconsejarte y ser norte y guía que te
encamine y saque a seguro puerto deste mar proceloso
donde vas a engolfarte, que los oficios y grandes
cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de
confusiones.
Primeramente,
¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el
temerle está la sabiduría y siendo sabio no
podrás errar en nada.
Lo segundo, has de poner los ojos
en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que
es el más difícil conocimiento que puede
imaginarse. Del
conocerte saldrá el no hincharte como la rana
que quiso igualarse con el buey,que si
esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la
consideración de haber guardado puercos en tu
tierra.
Haz gala, Sancho, de la humildad
de tu linaje y no te
desprecies de decir que vienes de labradores porque viendo que no te corres, ninguno
se pondrá a correrte, y préciate más
de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.
Inumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos,
han subido a la suma dignidad pontificia e
imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos
ejemplos, que te cansaran.
Mira, Sancho: si tomas por medio
a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos,
no hay para qué tener envidia a los que padres y
agüelos tienen príncipes y señores porque
la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la
virtud vale por sí sola lo que la sangre no
vale.
Nunca te guíes por la ley
del encaje, que
suele tener mucha cabida con los ignorantes que
presumen de agudos.
Hallen en ti más
compasión las lágrimas del pobre, pero no
más justicia que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por
entre las promesas y dádivas del rico como por
entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cuando pudiere y debiere tener
lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley
al delincuente, que no es mejor la fama del juez
riguroso que la del compasivo.
Si acaso doblares la vara de la
justicia, no sea
con el peso de la dádiva, sino con el de la
misericordia.
Cuando te sucediere juzgar
algún pleito de algún tu enemigo, aparta
las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso.
No te ciegue la pasión
propia en la causa ajena, que los yerros que en ella
hicieres las más veces serán sin remedio, y
si le tuvieren, será a costa de tu crédito,
y aun de tu hacienda.
Al que has de castigar con obras
no trates mal con palabras, pues le basta al
desdichado la pena del suplicio, sin la
añadidura de las malas razones.
Al culpado que cayere debajo de
tu juridición considérale hombre miserable, sujeto
a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra,
y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio
a la contraria, muéstratele piadoso y clemente,
porque aunque los atributos de Dios todos son
iguales, más resplandece y campea a nuestro ver
el de la misericordia que el de la justicia.
Si estos preceptos y estas reglas
sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu
fama será eterna, tus premios colmados, tu
felicidad indecible, casarás tus hijos como
quisieres, títulos tendrán ellos y tus
nietos, vivirás en paz y beneplácito de las
gentes, y en los últimos pasos de la vida te
alcanzará el de la muerte en vejez suave y
madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros
netezuelos. Esto
que hasta aquí te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha
ahora los que han de servir para adorno del
cuerpo.
Ilustraciones: Gustave Doré