Abril enciende una cierta nostalgia en mí. De pronto, un gran estallido de luz me deslumbra, todo se vuelve, de repente, más brillante y colorido.
No sé qué me ocurre, pero es como si necesitara expandirme o estirarme del largo letargo del invierno, y la primavera invita a ello.
Viene bien dar un impulso de aire nuevo, ordenar la mente y por ende, el armario, para impulsar la nueva estación y conectar con la naturaleza, que al fin y al cabo, es la mejor de las maestras.
Es hora de empezar a escribir una nueva página... eso sí, le pido al verano que no se adelante y que deje a la señorita primavera gozar de su espacio.
Si logras vivir con amor un día
verás que desde que la luz te encuentra
hasta que el mundo se convierte en sombras
son tantos los milagros y tan simples
y es tanta la bondad con la que todo
te ampra.
Verás, si el amor te mueve,
que en las criaturas que se encuentran quietas
se percibe con claridad que el fondo
de la vida es el bien:
en la orquídea
que transforma en delicadeza el agua,
en el pez que dormita en la pecera.
Si es que el amor dilata tus pupilas
y sujeta los párpados y limpia
las legañas que la tristeza crea,
podrás ver un impulso
de claridad que empuja las cosas
y las conduce por veredas limpias
hacia donde tu corazón las halla.
Mira bien
y verás que los poemas
que otras manos pusieron en las tuyas
estuvieron -¡así es!- peregrinando,
atravesaron fuertes y fronteras
para llegar alegres a ti,
y tus labios encontraron su término.
Si te deslizas con amor un día
por la rampa luminosa del tiempo
(un día, un solo día, un día sola-
mente empleado en descubrir amor),
verás al fin cuando en el cielo rosa
vislumbres la presencia de la luna
que eres también tú parte de un mensaje,
una cifra de un código que todo
lo vela y lo revela
y nos lo ofrece.
Verás cómo otros ven en ti una página
del códice de amor del universo.
Víctor Herrera de Miguel (Lo que busca la abeja)