Hay un sutil y tenue momento al día en el que parece que las pequeñas cosas cotidianas resplandecen de forma inusitada.
Un minúsculo e insignificante instante que normalmente pasa desapercibido, porque lo que tengo a mi alrededor carece o parece carecer de importancia.
Todo el día rondan pensamientos y afanes que me embullen en la rutinaria y monótona costumbre.
Y ahí está, ese rayo de luz que se cuela por la ventana, deteniendo, por un momento, mi tiempo.
De repente, todo se ilumina. Disfruto y sonrío...
Tal vez dura un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.
Eloy Sánchez Rosillo