Hu Jun Di
Hubo una vez una muchacha
llamada Sumiko que desde muy pequeña
había soñado con ser una ama-san, una buceadora que busca perlas en el
fondo del mar.
Sumiko estaba convencida de que eran las mujeres más hermosas que
existían, vestidas con sus ropas de algodón blanco de la cabeza a los
pies. Ya de niña había visto a su madre zambullirse en el mar y bucear una y
otra vez, para traer consigo una tosca ostra configurada por el mar o conchas
de abulón con las que llenaba un gran cubo de madera.
Miho Hirano
El padre de Sumiko observaba desde la orilla, como habían hecho
los hombres del pueblo desde hace hacía cientos de años. Únicamente las mujeres
buceaban en busca de las relucientes perlas. Se creía que las mujeres eran más
capaces de resistir el frío. Algunas de las ama-san permanecían durante tanto
tiempo bajo el agua que Sumiko temía que sus pulmones estallaran y sus cuerpos
sin vida ascendieran inertes a la superficie, como algas.
Pero su padre siempre tranquiliza a a Sumiko, asegurándole que su
madre era capaz de contener la respiración durante más tiempo que ninguna
otra buceadora. Para Sumiko, las ama-san eran como una escuela de delfines
blancos que aletearan elegantemente en el agua.
Sumiko se casó a las catorce años con un muchacho del pueblo
llamado Akio. Ella se convirtió en ama-san. Ese día, el agua estaba muy
fría, pero en el momento en que se hundió en el agua y extrajo su primera
concha, tuvo la sensación de que el mar formaba parte de ella. Se
zambulló una y otra vez... Akio tuvo que amenazar la con saltar al agua y
sacarla... hasta el día que descubrió que estaba embarazada.
Miho Hirano
Akio pidió a Sumiko que dejará de bucear cuando su embarazo
avanzaba.
Después de una
semana de no bucear, Sumiko enfermó. Se debilitaba cada día sin que el
médico descubriera una razón.
Una noche, Sumiko
se sintió mareada y fría. Akio apenas si pudo detectar los latidos del corazón.
Completamente desesperado, llevó a su frágil esposa junto al mar. Introdujo a
Sumiko en las frías aguas, sosteniéndola entre sus brazos.
Entonces, como un milagro, una gran oleada de calor se apoderó del
cuerpo de Sumiko, ella abrió los ojos muy lentamente y recuperó su fortaleza.
Akio se sintió inmensamente feliz pero Sumiko se dio media vuelta y desapareció.
Akio lloró su pérdida durante tres meses. Una noche oyó una voz
que cantaba y se sintió encantado de ver a Sumiko de pie junto a su casa. Antes
de que pudiera abrazarla, ella tendió hacia él algo envuelto en una manta
blanca. ¡Era su bebé! Akio se alegró tanto mientras sostenía entre los brazos a
su pequeña hija, pero al ver que Sumiko se volvía de nuevo al mar, le gritó que
se detuviera. Ella se volvió y le dijo: "Ahora tengo que regresar al mar.
Ocúpate de que nuestra hija esté bien". Y, tras decir esto, Sumiko se
desvaneció para siempre.
Nunca supó adónde se había marchado, Akio parecía saber que una
misteriosa bendición había permitido a su esposa traerle a su hija recién
nacida. Cuidó a Kuniko hasta que se convirtió en una joven y hermosa mujer, tan
parecida a su madre que el corazón se le encogía de dolor cada vez que la
miraba. Y cuando expresó el deseo de ser buceadora buscadora de perlas, como su
madre, Akio estaba convencido de que, en alguna parte de las oscuras
profundidades del mar, Sumiko siempre estaría allí para protegerla.
Gail Tsukiyama
Ilustraciones aprendidas del blog: princesanadie.blogspot.com
Sumiko era la perla más valiosa...
ResponderEliminarBesos,buen domingo,Maite.
Cierto. Y si conocieses el resto de la historia te parecería aún más bella.
EliminarPreparé una entrada.
Besos, Carmen, y a disfrutar de estos días
Que bella leyenda Maite, toda una prueba de amor.
ResponderEliminarBesos.
Forma parte de un libro que estoy releyendo. Fuera de contexto ya es es una bella historia, en el argumento, aún es una prueba de amor mayor.
EliminarGracias por tu visita, Conchi, Feliz domingo
Besos
Es una historia tierna y deliciosa.
ResponderEliminarY además, delicada.
Me ha gustado muchísimo.
Besos.
Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarVerdaderamente es una historia conmovedora.
Gracias, Toro.
Un fuerte abrazo
Qué bonito, Maite!
ResponderEliminarLa historia y las pinturas, precioso. Una historia llena de ternura.
Besos.
Gracias, Celia.
EliminarUna historia muy bonita, que tiene continuación.
Besos primaverales
Qué pena que se separaran Sumiko y Akio.
ResponderEliminarMuy tierna y las imágenes perfectas.
Un beso.
Sí, es un poco triste, pero un gran acto de amor.
EliminarGracias, Rosa.
Un beso muy fuerte