Una vez, hace mucho tiempo,
empezó a hacer mucho frío porque el invierno se acercaba. Todos los pájaros que
se iban cuando llegaba este momento en busca de sitios más cálidos ya habían
partido. Sólo quedaba un pobre pajarito que tenía un ala rota. El pobre pensaba
que si no encontraba pronto un lugar donde refugiarse se moriría de frío, miró
alrededor y vio un montón de árboles que seguro que le prestarían cobijo.
Saltando y aleteando cuando podía, llegó al bosque y encontró un árbol que le impresionó por lo grande que era y lo fuerte que parecía, era un roble, el pájaro le pidió permiso para refugiarse entre sus ramas hasta la llegada del buen tiempo. El roble le dijo, muy enfadado, que si le dejaba picotearía sus bellotas y le echó de mala manera.
El pájaro vio un árbol
precioso de hojas plateadas y tronco blanco, era un álamo y pensó que le daría
refugio. Le contó su problema y el álamo le echó con cajas destempladas
diciéndole que iba a manchar sus bonitas hojas y su blanquísimo tronco.
Cerca de allí había un sauce que con sus largas ramas colgando hasta el suelo le pareció al pajarito que sería una buena casa para los fríos que se avecinaban. Pero igual que los demás le rechazó argumentando que no trataba nunca con desconocidos y pidiéndole que se marchara cuanto antes.
Cerca de allí había un sauce que con sus largas ramas colgando hasta el suelo le pareció al pajarito que sería una buena casa para los fríos que se avecinaban. Pero igual que los demás le rechazó argumentando que no trataba nunca con desconocidos y pidiéndole que se marchara cuanto antes.
El pájaro se preparo un lugar bien abrigadito en la rama más grande del abeto y
protegido del viento por el pino se dispuso a pasar el invierno. El enebro se
ofreció para que pudiera comer de sus bayas y no muriera de hambre.
Estaba muy contento y charlaba con sus amigos, los demás árboles hacían
comentarios despectivos sobre ellos.
Aquella noche empezó a soplar el Viento del Norte fuerte y frío, iba pasando de
árbol a árbol y sus hojas iban cayendo una tras otra. De pronto giró y se
dirigió hacia donde estaban los amigos del pajarito, el Rey de los Vientos le
frenó y le dijo que podía desnudar a todos los árboles menos a los que habían
ayudado al pájaro.
El Viento del Norte los dejó en paz y conservaron sus hojas durante todo el
invierno y desde entonces siempre ha sido así.
Florence Holbroock
He ido a buscar a Florence, no la conocía.
ResponderEliminarEs muy dulce narrando, envuelve.
Gracias, Maite. Precioso.
Un beso.
Cuando mis hijos eran más pequeños, al llegar diciembre leíamos cuentos sobre la Navidad. Este les encantaba.
ResponderEliminarAhora leen otras cosas, ja ja, pero leen.
Besos, Rosa. feliz fin de semana
Iré poniendo algún relato que otro.