Todo está en silencio a estas horas de la noche, me gusta venir a este solitario rincón mientras saboreo una infusión caliente y pienso qué puedo desgranar en este espacio en blanco.
Acabo de terminar los postres que mañana tomaremos en la cena, preparaciones sencillas que sé que me salen bien y que siempre son un acierto. No es tiempo de arriergar.
Sigo de vacaciones en el pueblo, intentando tomarme con calma los días y disfrutando del momento sin apreturas ni prisas por llegar a todo.
Ahora mismo, me doy cuenta que en un rato despediremos el último día del año.
Dicen que es bueno cerrar ciclos agradeciendo todo lo vivido, tanto las experiencias buenas como las menos buenas; cierto es, que la vida es como una caja de galletas, que escribió Murakami, unos galletas nos gustan más que otras.
No suelo hacer propósitos para el Año Nuevo porque sé que no los voy a cumplir. Tampoco tengo grandes deseos, me conformo con seguir sosteniendo mi taza de té matutina entre mis manos, sentir este silencio antes de dormir cuando todo a mi alrededor está en calma, valorar cada momento de quietud cuando mi corazón se siente seguro...
Y tener la fortaleza y el coraje suficiente para afrontar los momentos en los que mi corazón se desboque. Cierro la puerta de este año con una tranquila sonrisa.
quiero volver a Italia", o: "El año que hoy empieza
tengo que aprovecharlo; con un poco de suerte
acabaré mi libro", y también: "Cuando crezca
mi hijo, ¿qué haré yo sin el don de su infancia?".
Pero el verano próximo, en verdad, ya ha pasado;
terminaste hace muchos años el libro aquel
en el que ahora trabajas; tu hijo se hizo un hombre
y siguió su camino, lejos de ti. Los días
que vendrán ya vinieron. Y luego cae la noche.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.
¡Feliz y Venturoso Año Nuevo!







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