Cuando me piden que imagine un lugar, circunstancia o situación donde me gustaría estar y que me transmita calma, tranquilidad y serenidad, siempre suelo evocar estar sentada en la mecedora del porche de mi pequeña casita en el campo, a esa hora vespertina de finales de septiembre; un libro y una taza de té, mi compañía.
Un momento expectante del que disfrutar cada tarde, ya tranquila y relajada después de un día laborioso; no se puede pedir más.
Pero no tengo mecedora, ni porche, ni casita en mitad del campo, y suelo ver el reflejo del atardecer cada tarde de finales de septiembre en el ventanal del edificio de enfrente de casa. La cierto es que se ve un cielo espectacular, aunque, a veces, sólo lo contemplo en el cristal de la ventana de mi vecino.
Confieso que me gustaría retener un poco más este mes de septiembre que ya da coletazos, porque octubre es mi mes preferido y necesito atesorarlo plenamente cada día, cada momento...
Septiembre vuela y deja paso al mes otoñal por excelencia, no siempre he sentido tanta admiración por esta época del año, quizás los recuerdos de mi infancia se acentúan más en esta época o quizás haya otras razones, no sé.
Almudena Grandes (El lector de Julio Verne)
¡Feliz otoño!
No hay comentarios:
Publicar un comentario