viernes, 30 de mayo de 2025

Las pequeñas virtudes

 


Soy una ferviente apasionada de los pequeños momentos cotidianos y ordinarios, esos que casi siempre pasan inadvertidos y que realmente hacen que el día se convierta en extraordinario.


También intento potenciar las pequeñas virtudes que están al alcance de mi mano y que, a mi juicio, son particulares e intransferibles de cada quien, con esto quiero decir que cada persona tiene y contiene las suyas...    Sin embargo, la lectura del libro que acabo de leer no me ha dejado indiferente sobre este asunto.

"Pero las grandes virtudes no se respiran en el aire y deben ser la sustancia prima de nuestra relación con nuestros hijos. Además lo grande puede contener a lo pequeño, pero lo pequeño, por ley de naturaleza, no puede en modo alguno contener a lo grande."



 Mi hijo pequeño, a quien dediqué la entrada anterior, me recomendó la lectura de "Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg. No sé explicar muy bien por qué, pero estos breves ensayos me han cautivado. Confieso que no había leído nada de esta escritora, ahora estoy leyendo un libro de relatos que también me está interesando.


 "Ha pasado la guerra y la gente ha visto derrumbarse muchas casas...

Quizá tengamos otra vez una lámpara sobre la mesa, y un jarrón con flores y los retratos de nuestros seres queridos, pero ya no creemos en ninguna de estas cosas, porque una vez tuvimos que abandonarlas de repente o las buscamos inútilmente entre los escombros...


Una vez que se ha padecido, la experiencia del mal no se olvida ya. Quien ha  visto derrumbarse las casas sabe demasiado claramente cuán frágiles son los jarrones con flores, los cuadros, las paredes blancas. Sabe demasiado bien de qué está hecha una casa. Una casa está hecha de ladrillos y cal, y puede derrumbarse. Una casa no es muy sólidao. Puede derrumbarse de un momento a otro. Detrás de los serenos jarrones con flores, detrás de las teteras, las alfombras, los suelos lustrados con cera, está el otro aspecto verdadero de la casa, el aspecto atroz de la casa derrumbada. No nos curaremos de esta guerra." 

"El hijo del hombre" de Las pequeñas virtudes, Natalia Ginzburg



Y hay tantas guerras, tantas casas derrumbadas, tanto sufrimiento...


Foto de Andrea Reyes, librería Celama


Y hoy, ha comenzado en Madrid la Feria del Libro... 


viernes, 9 de mayo de 2025

Escalera de cristal II

 


Hay quienes ven la vida como un  largo ascenso a la cima de una montaña, con la mirada hacia la cuesta arriba, o con la determinada decisión, a veces, de descender hacia el valle, para volver a emprender el camino correcto.


Otros ven la vida como un largo y sinuoso camino por el que discurren diversos y bellos parajes  o por el que, sin más remedio, hay que deternerse y esquivar las piedras que se encuentran al paso.


A mi me gusta ver la vida como una escalera infinita, subiendo poco a poco peldaños y encontrando un pequeño rellano para tomar un respiro, para cerrar etapas o ciclos, y emprender, así, un nuevo tramo, con ilusión y esperanza. 



Hoy, alguien muy especial para mí ha llegado con éxito a uno de los rellanos de la gran escalinata de la vida, sin escatimar esfuerzo y  trabajo; siempre con ánimo y ahínco,  con  tremenda voluntad y perseverancia, y sobre todo con vital alegría, aunque no siempre lo demuestre.
Dispuesto a seguir subiendo peldaños hasta llegar al siguiente rellano... 

¡Enhorabuena!



Queremos que sean en todo obra nuestra, como si se tratase, no de seres humanos, sino de obras del espíritu. Pero si nosotros mismos tenemos una vocación, si no hemos renegado de ella o la hemos traicionado, entonces podemos dejarles germinar tranquilamente fuera de nosotros, rodeados de la sombra y del espacio que requiere el brote de una vocación, el brote de un ser. Esta es, quizá, la única posibilidad que tenemos de resultarles de alguna ayuda en la búsqueda de una vocación: tener nosotros mismo una vocación, conocerla, amarla y servirla con pasión, porque el amor a la vida genera amor a la vida.

Las pequeñas virtudes  de Natalia Ginzburg