Regreso a mi lugar después de los meses de verano que he pasado en el pueblo. Ha sido un verano intenso, no porque haya hecho grandes cosas, ha sido intenso por el tórrido calor que hemos sufrido y que cada vez soporto menos.
Paseos en bici, té o café con amigas, algún café con hijos, ratos de lectura bajo la sombra de la higuera y al compás del abanico, reuniones en familia, ciertas actividades culturales y hasta me he atrevido con el yoga, una experiencia muy gratificante.
Retomo mi vida cotidiana enriquecida por las vivencias veraniegas, me doy cuenta que, quizás, mi vida es una vida en miniatura, tal y como se titula la novela que acabo de leer.
Ni mucho menos tengo la vida de la protagonista de la novela, pero sí he comprobado de nuevo el valor de vivir el momento presente, ser consciente de cada minuto que respiramos y disfrutarlo como si fuera el último, valorarando, siempre, lo poco o mucho que tenemos.
Empieza la época del año que más me gusta, sé que todas las estaciones tienen su importancia y todas forman parte del ciclo de la vida, todas son vitales y necesarias para el perfecto funcionamiento de la vida, pero el otoño, el otoño es mi época favorita y ya lo comienzo a vislumbrar...
"Como si por primera vez en mi existencia, la Dorothea que yo alcanzaba a identificar y la que veían los demás, al parecer tan distinta, hubieran comenzado a reconocerse, cederse espacio, ahuecarse silenciosamente la primera dentro de la segunda como los gatos cuando se enroscan para dormir en su almohadón. Poco a poco, sin que casi me diera cuenta, se fueron amoldando hasta generar una sola forma. Regresaban a su lugar original de mutua correspondencia, de donde nunca debieron haberse desprendido. Una Dorothea y la otra, en veredas opuestas, ahora veían posible unir sus contornos como dos cartografías superpuestas: la del mapa con sus huellas reales y la del papel de calcar con la copia. Una daba de sí la silueta, la otra aportaba el relleno, entre las dos podrían iluminar un sistema nuevo de revelaciones".
La vida en miniatura, Mariana Sández