El otoño sigue imparable su camino, aunque el frío de esta época del año no se haga notar en exceso. Lo cierto es que siento otro tipo de frío helador que me congela por dentro... ¡bah! ya tengo los noticiarios para seguir helándome, vengo aquí para llenarme de calidez y cordialidad.
En estos días de otoño me resguardo en el hogar cuando la preocupación intenta filtrarse por cualquier rendija
salgo a dar un paseo; una breve pausa necesaria para respirar la silenciosa sabiduría de la naturaleza.
Me gusta la suave y tenue luz de estos días del mes de noviembre que puedo disfrutar en mis breves pausas, o cuando soy capaz de parar y observar con detalle la belleza de cada momento que pasa.
Es posible encontrar un poco de calma, quietud, alegría en cialquier rincón escondido, a veces, es cuestión de parar y sólo respirar...
Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavía no te he conocido?
Piedad Bonnet
(Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024)